miércoles, 4 de febrero de 2015

Suave es la noche.






 

                                                  
                             


 Already with thee! tender is the night

¡Contigo ya! Suave es la noche

(Ode to a Nightingale. John Keats)

Me gustan las fiestas grandes. Son tan íntimas. En las reuniones privadas no hay ninguna intimidad. 

F. Scott Fitzgerald



Se miran de perfil y de reojo en  los espejos del gran salón al pasar ante ellos. Encogen el vientre y se humedecen los labios. Bajo sus indumentarias ajustadas, de escotes pronunciados, faldas exiguas, transparencias que muestran en lugar de sugerir y  tacones de aguja, se contiene el anhelo. Hay un predominio del rojo y el negro. Capas espesas de maquillaje y un exceso de máscara en las pestañas, que cubren miradas fatales y felinas enmarcadas por un intenso eyeliner, desembocan en senos en push up, cubiertos por extensiones de rubias melenas. Son el alma de la fiesta, aunque hayan dejado la suya en casa. En el ambiente se percibe esa mezcla inespecífica y dulzona de esencias intensas con base de almizcle

Nadie se mira pero todos se buscan. Salen  a la pista de baile y comienza el torpe cortejo. Cuando los movimientos espasmódicos y afectados se vuelven repetitivos,  y el tedio te abate, miras más allá de los cuerpos y te detienes en  las paredes pintadas en estuco del gran salón. Aunque reflejen lo fatuo de otras fiestas, las de los desenfrenados años 20, aprecias algo en la pose de una mujer que fuma o en la conversación de un grupo en imagen congelada. Ves la mirada del artista que ha trascendido lo banal.

De pronto sientes que ha llegado el momento de marcharte. Aunque no era tu fiesta, entraste en ella. Bajas las escaleras, recoges tu abrigo en el guadarropa y sales a la calle. El luminoso de Martini preside la Via Veneto, casi vacía. Conservas el eco del tumulto en tus oídos, que se va desvaneciendo conforme avanzas por el camino de vuelta. Tus pasos te llevan hasta la colina del Quirinal, ahora en perfecto silencio. Te acercas a los torsos colosales de Cástor y  Pólux, te quedas un rato contemplando su voluptuosa belleza y regresas a la habitación que ahora es tu casa.


AMPARO DE VEGA REDONDO


                                                        









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