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lunes, 28 de junio de 2021

Haikus Cicládicos







Azul cobalto

En tu mar cicládico 

Mis penas guardo










Volcán de lava

En horizonte plata

Despunta el alba.










lunes, 21 de septiembre de 2020

The warmth of strangers

 




To Andrea and Il Miz


Out of magic

Came the unexpected. 

Silhouettes in the dark

Crossed the evening light. 

Soft voices with an accent

Guided our uncertain steps. 

We gathered around a table, 

In the mild summer nightfall, 

Shared the wine and the honey.

Our first day in the island, 

At a time of prescribed distance, 

Our perception enhanced

By the touch of generous hearts 

And the warmth of beautiful strangers. 





lunes, 14 de septiembre de 2020

Mi último baile

 ©Tom Powell 




A L. C. 

Bajo el sol del mediodía
Asciendo por Donkey Shit Lane
Con mi radar de sirena,
La emoción prendida a mis pies.
Una melena perfecta
De buganvillas magenta
Cae sobre tu fachada blanca.
Tras las ventanas gris perla
Me hacen guiños tus fantasmas.
Tomo la senda a Kamini
Por un laberinto de piedra,
Dejó mi último baile
Enredado en una higuera.
Mis peces de plata lloran
Cuando el Meltemi me arrastra
Hasta la bocana del puerto
Y dejo atrás esta isla
De ilusiones y almas rotas.


Hydra/Poros. Septiembre 2020















sábado, 25 de julio de 2020

When we were Valerie





To Marisa, my favourite Leo.
For the old times. Happy birthday XX




We were never blond
But used to have long hair
Beauty in our eyes,
Flowers in our lips,
Truth in our hands.
Hung out with some good guys
Who loved us truly, deeply,
So tenderly and passionately
When we were Valerie...
There were also dumb ones
Who treated us recklessly
Out of emotional ineptitude,
Blokes who made us swim
In our own sea of tears,
Just like Alice in Wonderland,
When we were Valerie...
We were never blond
But made it through Italy
Where gorgeous guys embraced,
Cooked for us selflessly
And drove us around the Toscana
When we were Valerie
And had the wind in our arms.







Nunca fuimos rubias
Pero tuvimos el pelo largo,
Belleza en los ojos,
Flores en los labios,
Verdad en las manos.
Salimos con buenos chicos
Que nos amaron profunda,
Tierna y apasionadamente
Cuando fuimos Valerie...
Hubo también algunos necios
Que nos trataron con torpeza
Fruto de su ignorancia emocional,
Tipos que nos hicieron nadar
En nuestro propio mar de lágrimas
Como Alicia en Wonderland
Cuando fuimos Valerie...
Nunca fuimos rubias
Pero llegamos con lo puesto a Italia,
Donde nos acogieron hombres apuestos,
Cocinaron para nosotros sin pedir nada
Y nos pasearon por la Toscana
Cuando fuimos Valerie
Y abrazábamos al viento.





martes, 14 de julio de 2020

Last try



 








Had my last try
To undress your shadows,
Find the crack
To let my light in,
Your soul out.
The gates all closed.
Did my best
To find your writing
Off the main road
In backstreets,
Alleys and mews.
"No tresspassing"
Was all I could read.



Villenave-de-Rions. July 2020

Gracias a mi amiga Marisa por poner voz y emoción a mis palabras.








Mi último intento
De desnudar tus sombras.
Encontrar la rendija
Por la que se colara mi luz
Y me enseñaras tu alma.
Las puertas, cerradas.
Puse todo mi empeño
Por encontrar una señal
Fuera de la autopista,
En carreteras generales,
Travesias y callejones.
Solo pude encontrar
Un "Prohibido el paso".















martes, 26 de mayo de 2020

Pies de arena








"Todo está escrito en sueños" 


Recorriste mi médula
Con tus pies de arena.
Y en la gran duna
Vertiste tu promesa
Pero me negaste
La plenitud compartida,
Me abandonaste
En el clamor del fuego.
Y busqué a Venus
En la noche iluminada
Y bailé como un derviche
En mi soledad enajenada.



miércoles, 20 de mayo de 2020

En la isla de Ulises


https://www.flickr.com/photos/meadows/







Πάντα Ελλάδα


Como espía que surgió del frío
O beso de abril en enero,
Brotó el tuyo bañado por el sol
Y contra todo pronóstico.
Despertaste mi sueño
De sirenas y mástiles
Cuando atracábamos
Un temprano amanecer
En la isla de Ulises




lunes, 3 de febrero de 2020

Myrtos











Un boomerang varado
En la playa de Myrtos
Fuera de temporada
Me ha devuelto tu sonrisa,
La que creía perdida
En el mar de Libia
Junto a mi brazalete
De lirios y delfines.


Heraklion (Creta) Febrero 2020






















jueves, 23 de enero de 2020

Naufragio








Líquida es la textura
Del vino sin dialéctica,
Insípido su paladar
Sin maridar con otros labios,
Desequilibrado su cuerpo
Si no bucea en otra boca.
Su color púrpura se torna azul
En el recuerdo crepuscular
De los besos naufragados
En el mar de Creta.


Hania (Creta). Enero 2020










viernes, 20 de diciembre de 2019

Samian Paradise













Il va venir trois bateaux blancs
Qui vont me dire bonjour en accostant,
Trois bateaux grecs, pauvres d'argent,
Riches d'amour et de vin blanc.

Et moi, je marche sur le port.
On dit que je suis folle encore,
C'est que j'attends depuis l'aurore
L'instant de les revoir encore.

(Les bateaux de Samos)






Durante los días que estuvimos allí, recorrimos la isla en busca de las paradisíacas playas y calas que recomendaban las guías y blogs de viajeros. Pero cuando regresábamos al Samian Paradise al final de la tarde, comprobábamos indefectiblemente que la nuestra, la que teníamos ante nuestra terraza, era incomparable. No era necesario desplazarse, ni caminar unos cuantos metros para encontrar un lugar donde extender la toalla sin tener que sortear bañistas o temer que al zambullirse en el agua un erizo o medusa pudiera echar a perder el día. Nuestra cala era pequeña, de agua diáfana, en el golfo de Kusadasi, con solo dos tabernas alrededor y un bote que fondeaba en la ribera a primera hora de la mañana trayendo la pesca del día. No había nada especial que hacer, tan solo dejar que transcurriera el día junto a la orilla, con un libro y un cuaderno, observar la gradación del sol de septiembre sobre el Egeo y la costa de Asia Menor, o disfrutar de una sencilla cena con vino local. Al final de la noche, cuando la taberna se quedaba vacía a excepción de la presencia de los gatos, y mientras mis ocurrencias se deslizaban sobre mi cuaderno de viaje, me parecía escuchar el dulce acento francés de Melina Mercouri cantando a los barcos blancos de Samos frente al litoral turco. Todo lo que necesitaba cabía en mi mano y el instante era de una plenitud incontenible que no sabía describir, al igual que el Samian Paradise, de belleza discreta pero mágica, un pequeño edén. La felicidad estaba allí, no había que irse a ningún otro sitio. Su playa no era perfecta, no era de arena sino de guijarros, y por las noches te acechaban los mosquitos. Pero muchos de los instantes allí vividos fueron perfectos, sin objeciones, sin dolor y sin nostalgia. Muchos de esos instantes consiguieron ser "ahoras" plenos. Y es que algunos paisajes son ajenos al tiempo que marca el calendario, como los barcos griegos, pobres en dinero, pero ricos en amor y vino blanco.







During the days we stayed there, we toured the island in search of the idyllic beaches and coves recommended by guides and travellers´blogs. But when we returned to the Samian Paradise at the end of the afternoon, we inevitably realized that no one compared to ours, the one we had in front of our balcony. It was not necessary to move or walk a few meters to find a place to spread out the towel without having to avoid bathers or fearing when diving into the water that a hedgehog or jellyfish might spoil the day. Our clear water cove, settled in the gulf of Kusadasi,  was small and had only two taverns around and a boat that used to anchor on the shore early in the morning bringing the catch of the day. There was nothing special to do, just to let the day pass on the sand with a book and a notebook, watch the gradation of the September sun over the Aegean and Asia Minor coast, or enjoy a simple dinner with local wine. Late at night, when the tavern was empty, except for the presence of the cats, and my fancy ideas slid over my notebook, I seemed to hear Melina Mercouri´s sweet French accent singing to the white ships from Samos. Everything I needed fit in my hand and the moment was of an overwhelming fullness that I could not describe, just like the Samian Paradise, of a discreet and magical beauty, a small Eden. Happiness was there, there was not need to go anywhere else. Its beach was not perfect, it was not a sandy one but with pebbles and at night the mosquitoes stalked you. But many of the moments lived there were perfect, without objections, pain or nostalgia. Many of those moments got to be full "nows". Somehow some landscapes are external to the time the calendar shows, such as Greek ships, poor in money, but wealthy in love and white wine.








lunes, 15 de abril de 2019

Naxos



© Sylvester Harris. Evening





                                     




El solano traía el dulce, pegajoso e inquietante olor de la tormenta.

“Con el viento solano”. Ignacio Aldecoa




Recuerdas aquel día de verano, 
La radiante mañana  
De tu llegada a la isla, 
Acercándote al santuario de Apolo,
Sobre la colina que domina el puerto, 
En uno de esos momentos 
En los que lo efímero adquiere
La dimensión de eternidad. 

Bajo el sol de mediodía 
Deambulan los amantes 
Por la  portara del templo
Buscando el encuadre perfecto 
Para la inolvidable instantánea. 
Respiras el aire denso del Siroco   
Que el súbito avance de las nubes 
Torna aguacero.

Tus pies, 
Calados de agua de lluvia, 
Te recuerdan 
La inconstancia del universo, 
La veleidad de la dicha, 
La levedad de los afectos, 
La naturaleza caprichosa de los dioses.
¿Sería todo en vano? 

En la noche insomne
Te entretienes en el cielo, 
Buscas el beso del  Minotauro,
La madeja de  oro 
Que  salvó a Teseo. 
Y en  el  espejismo 
De la Corona Borealis  
Ves a  Ariadna inmortalizada por Zeus. 

Recuerdas  aquél  día de   verano,  
La  hora tibia en la que abandonas la isla.
Las constelaciones iluminan 
Un mar templado y calmo
En uno de esos momentos 
En los  que lo efímero adquiere
La dimensión de eternidad, 
Culminando un día perfecto. 







lunes, 21 de enero de 2019

En la bahía de Colwyn

©Anna Mya Zimmer Havre de Paix





Me visto
De azules y amapolas
Para esperar tu regreso.
Huelo tu fragancia
En el aire,
Siento tu aliento
En mi cuello.
Cuando se agota la tarde,
Sin rastro alguno
De tus pasos
Ni tus besos,
Busco el carmín
En mi bolso,
Perfilo mis labios
Y doy un sorbo
En la copa que hay
A mi lado izquierdo.
Cruzo el puente colgante
Para volver a Llandudno
Por el camino de Colwyn.
En su bahía te sueño,
Esperando mi regreso.


Betws-y-Coed (Wales). Enero 2019






©Anna Mya Zimmer - Les amoureux d'Houlgate




I´LL TAKE CARE OF YOU
I know you've been hurt
By someone else
I can tell by the way
You carry yourself
But if you'll let me
Here's what I'll do
I'll take care of you
I, I loved and lost
The same as you
So you see I know
Just what you've been through
And if you'll let me
Here's what I'll do
I just have got to take care of you
You won't ever have to worry
You don't ever have to cry
I'll be there beside you
To dry your weeping eyes
So darlin' tell me
That you'll be true
'Cause there's no doubt in my mind
I know what I want to do
And just as sure
One and one is two
I just got, I got to take care of you
I just got to take care of you
Take care of you


Autor: Brook Benton







miércoles, 9 de agosto de 2017

La mujer que no era Carole Lombard



Habitación en Nueva York.  (1932) Edward Hopper







La inspiración de este relato surgió a partir de un cuadro que vi en el Annex Antique Fair and Flea Market, un mercadillo en el centro de Manhattan, la primera vez que fui a Nueva York en el año 2005. Desde el primer momento me cautivó el rostro y la actitud tan familiar de la mujer retratada. El vendedor me dijo que era la actriz Carole Lombard y que el óleo procedía de una casa de Nueva Jersey. Sin embargo, conforme más tiempo pasa, más convencida estoy de que la mujer de ese cuadro, que por cierto me traje a casa, no es la Lombard. El cuadro de Hopper que figura arriba, Habitación en Nueva York, tan inspirador, me sirvió como punto de partida para definir a los personajes.






Alma pulsaba una tecla del piano con el dedo pulgar de espaldas a Ed, que leía el diario de la tarde. Era viernes, en un caluroso día de comienzos de junio en la ciudad de Nueva York. La ventana, abierta de par en par, daba paso a un aire denso y húmedo que había llenado de pequeñas gotas de sudor la espalda de Alma. Se había puesto un vestido rojo con un amplio escote a ambos lados, y unas gotas de perfume, con la intención de recordarle algo a Ed. Su rostro fino y de pequeñas facciones mostraba toda su desnudez al haberse recogido el pelo, muy lacio, en un moño improvisado con un lápiz. Siguió pulsando de manera intermitente teclas escogidas al azar que reproducían una desagradable disonancia, amortiguada por la presión de su pie sobre la sordina. De pronto reparó en la mancha de su uña. Aunque había pasado casi una hora restregándose las manos con trementina para quitarse los restos de pintura, la mancha persistía. Era una cuestión de tiempo, pensó, poco a poco iría difuminándose hasta desaparecer por completo.

Estaba satisfecha con el trabajo realizado. Había conseguido salvar el marco, que se encontraba en muy mal estado pero valía la pena conservar y era perfecto para aquel cuadro: Un retrato de los años treinta, según la Sra. Porter, la dueña del cuadro, y que supuestamente representaba a la actriz Carole Lombard con un paisaje desdibujado de fondo. Era el clásico retrato de pose, que en este caso representaba a una mujer rubia vestida de negro con las manos colocadas para la ocasión. Pero aquella mujer no era Carole Lombard, o al menos eso era lo que Alma pensaba. La Sra. Porter, una mujer de edad avanzada procedente de Nueva Jersey, le había rogado que fuera muy cuidadosa a la hora de restaurar el pequeño rasguño que atravesaba el rostro y había levantado la pintura a la altura del ojo derecho de la modelo. Era muy importante que respetara la mirada de la actriz, de quien aquella mujer era una gran admiradora y cuya excentricidad, acusada en los últimos años por la edad y la soledad, había transformado la admiración en una mitomanía fuera de lo común.

Alma gozaba de una buena reputación como restauradora en el Village, y nunca le faltaban encargos de particulares a los que algún cliente previo solía recomendar. Había pasado las dos últimas semanas visionando las escasas películas de la actriz que había podido conseguir, para intentar devolverle su mirada respetando al anónimo autor. También había hecho escapadas al MET el MOMA y el Guggenheim buscando retratos que le sirvieran de inspiración. Pero siempre desviaba sus pasos hacia las figuras de Picasso, Matisse o Hopper. Cuando veía que el vigilante de la sala se despistaba o conversaba con algún compañero, Alma aprovechaba para tocar los lienzos, sentir la textura y el trazo de la pintura.

Aún no le había enseñado el cuadro a Ed, quien por regla general no se mostraba muy interesado en los trabajos de Alma. “¿Por qué no dejas de arreglar los desperfectos de los otros y creas algo por ti misma?”, le había dicho en varias ocasiones. Sin embargo, Alma siempre aportaba algo personal a todos los trabajos que emprendía. Su única limitación era respetar al creador.

En los últimos días había visto “La Reina de Nueva York”, en la que una deliciosa y provinciana Lombard terminaba aceptando la farsa de hacerse pasar por una pobre mujer intoxicada por exposición al radio, enfermedad que la llevaría a la muerte. Un reportero, enamorado de ella, intentaba hacerla feliz en sus últimos días de vida en Manhattan. En una escena de la película, la actriz lucía un sencillo vestido negro, parecido al que llevaba la modelo del cuadro, con esa misma melena rubia de pelo ligeramente ondulado. Sin embargo, si el retrato representaba realmente a la Lombard, el pintor no había estado muy afortunado: no había conseguido captar su mirada ni su expresión. Era un buen cuadro que reflejaba un rostro inquietante y muy hermoso, pero no era el de la actriz.

Ed había terminado su segundo bourbon. Estaba arrellanado en el sillón, leyendo el suplemento literario, y Alma tenía ya la certeza de que, un vez más, Ed pospondría su eterna promesa de llevarla a aquel musical de Broadway con libreto de Bob Fosse que ella tanto deseaba ver. A Ed no le gustaba planificar las cosas con antelación, por lo que tendrían que conseguir entradas para ese mismo día en la oficina de Times Square. Eran pasadas las seis , y nada en la actitud de Ed denotaba que tuviera intención de salir de casa. Ni siquiera había levantado la mirada del periódico cuando Alma inició aquella melodía recurrente e indicativa de un estado nostálgico inespecífico. Tampoco lo hizo cuando ella se levantó y, al dirigirse a la ventana abierta de par en par, pasó por su lado casi rozándole la mano con el vuelo de su vestido y dejando tras de sí el rastro de su perfume, acentuado por el calor intenso del día. Alma suspiró profundamente, mientras se agarraba los brazos con las manos y miraba con el juicio suspendido los bloques de edificios que tenía enfrente. Su mirada perdida fue concentrándose en la fachada lateral de uno de los edificios más altos del barrio. En realidad no recordaba haber reparado en ella hasta ese momento, al menos en su contenido: estaba pintada recreando un paisaje urbano que, visto desde la distancia, se confundía con el conjunto.

Al día siguiente pensaba llevarle el cuadro a la Sra. Porter. Cogería el Waterway por la mañana y aprovecharía para pasar el día en Nueva Jersey con su amiga Doth. Adoraba su bello rostro afroamericano, la contundencia de sus facciones, la expresividad de sus ojos grandes y brillantes. Le encantaba estar con Doth, quien se había convertido en su musa. Alma comenzaba trazando su melena rizada color miel y luego completaba el boceto con cualquiera de las múltiples variantes que ofrecía su rostro.

Cuando Ed se levantó del sillón y se encerró en el despacho, Alma comprendió que era aquella una de esas tardes en las que necesitaba sentir la suave brisa del puente de Brooklyn a la caída de la tarde. Esperaría a que se encendieran las luces de la ciudad y comenzara a soplar un poco de aire fresco. La visión de Manhattan desde aquel puente al atardecer tenía un efecto balsámico en Alma. Solía llevarse su pequeña mochila, con un bloc de dibujo y carboncillos, paseaba durante unos minutos y luego se sentaba en uno de los bancos de alguno de los ensanchamientos del puente. Entonces veía pasar a los ciclistas que iban o venían y a los turistas que a veces le preguntaban con timidez si le importaba hacerles una foto. A Alma no sólo no le importaba, sino que disfrutaba haciéndolo. Miraba a través del visor e intentaba sacar lo mejor de aquellos rostros que se esforzaban por esbozar una sonrisa contra el horizonte del skyline neoyorquino en ese momento mágico en el que la isla comenzaba a llenarse de puntos de luz. Invariablemente acababa sacando su cuaderno y dibujaba un rostro hecho de fragmentos de todos los que había visto pasar. Pero esa tarde Alma iba ligera de equipaje. Tan sólo un pequeño bolso de mano, y sus manoletinas a juego con el vestido, que aumentaban la agilidad de su paso. Suspendida en el puente, y apoyada en la baranda, recordó a Carole Lombard en aquel velero navegando feliz las aguas del East River junto a Frederic March, fingiendo exprimir sus últimas horas de vida. El cuadro ya estaría seco. Cuando llegara a casa lo envolvería en papel burbuja. Confiaba en que la Sra. Porter quedara satisfecha con el resultado. Por supuesto no pensaba decirle que aquella mujer no era Carole Lombard.


Comenzaba a oscurecer y Alma sintió frío en la espalda. Decidió coger el metro hasta Broadway. Necesitaba confundirse entre la multitud y el clamor de la noche de viernes. Se dirigió al teatro Ambassador. Finalizada la función, un grupo de espectadores aguardaba, con el programa de mano visible, a que salieran los actores con la esperanza de conseguir un autógrafo. La semana próxima compraría dos entradas e iría con Doth a disfrutar de aquel musical. Fue hasta Times Square. Por encima de las luces de neón, que la hicieron reparar de nuevo en su pequeña mancha que ahora oscilaba de color por el efecto de los haces de luz, y el paisaje de fondo hecho de atractivos escaparates, tenderetes, músicos callejeros, lunáticos y gente corriente, sobresalían para Alma la multitud diversa de rostros con los que se cruzaba su mirada que, a diferencia de la de la mayoría de los neoyorquinos, sí que se detenía en el otro. Almacenaba todas las facciones y gestos que tenían cabida en su memoria. Luego, en sus momentos de ocio no compartidos dibujaba rostros que iban a parar a una carpeta que Ed jamás había visto.

Entró en un deli y compró una porción de tarta de zanahoria. La fue saboreando a pequeños trozos mientras paseaba su menuda figura entre el bullicio de la gran ciudad, como una ligera mancha roja que se desplazara al ritmo de la brisa. Entonces reparó en su pelo. Se quitó el lápiz que recogía su melena lacia en un moño y lo dejó suelto. Aunque careciera de la exhuberancia de Doth y el magnetismo de Carole Lombard, en momentos como aquellos Alma se sentía la reina de Nueva York, aún cuando la mirada del otro tan sólo pudiera verla como un alma perdida en Manhattan.




miércoles, 29 de marzo de 2017

MY SHELTERING SKY/MI CIELO PROTECTOR. Epílogo












In the end we will be
A faded memory, 
buried footprint, 
Sirocco breath, 
stratum on the tapestry, 
clay soaked by voices

Y al final solo seremos
memoria desvanecida,
huella sepultada, 
aliento de siroco,
estrato sobre el tapiz,
arcilla de voces 
impregnada.  




Bitter sweet tears run through the dry river. Children smear their hands in the mud where a glittering gem  catches the girl in her early teens´eye. She takes it among her dirty fingers and runs to the well to clean it with awe. Then she keeps in her pocket the little treasure the stream brought for her. So in a mimetic sort of way the boy from the mountains digs deep into his to reach for the chocolate bar the lady from the bivouac gave him in the morning. He hides behind the acacia tree, tears open the silvery wrapper and licks the candy greedily.

Mother calls for tea and  withered bread. While they gather around the kettle, some kilometers away a woman  is sitting at the top of the big golden dune near the campsite. She writes in her journal looking for the right words to contain what her sight cannot grasp. She runs her fingers through her hair and notices her naked left earlobe. Her stud missing...

The day is coming to an end, the declining sun reverberating on the sandy mountains. Mint tea with biscuits and ground nuts await her in an open circle made of strangers when the night falls. It feels like home then and there, under the sheltering sky full of stars.





Lágrimas agridulces riegan el río seco. Los niños embadurnan sus manos con el barro, donde una gema brilla, llamando la atención de la muchacha. La coge entre sus dedos sucios y corre al pozo donde la enjuaga con fervor. Guarda en el bolsillo el regalo que le trajo la corriente. En un acto de mimetismo el chico de las montañas hunde las manos en el suyo y busca la chocolatina que le regaló la mujer del  bivouac esa misma mañana. Se esconde tras la acacia, rasga el envoltorio plateado y lame la delicia con glotonería.

Madre llama para el té y el pan marchito. Mientras ellos están en torno a la tetera, unos kilómetros más allá una mujer  contempla la cima de la duna dorada junto al campamento. Escribe en su cuaderno buscando la palabra exacta que contenga lo que su vista no puede atrapar. Recorre su melena con los dedos y advierte la desnudez de su lóbulo izquierdo, el pendiente ausente.

El día se extingue y el sol, al esconderse, reverbera sobre las montañas de arena. Té a la menta, galletas y maní la aguardan en un círculo abierto compuesto por extraños cuando cae la noche. Se siente en casa allí y ahora bajo el cielo protector plagado de estrellas.












lunes, 13 de marzo de 2017

MI CIELO PROTECTOR. Poemas de arena. Silencio





Dunas de Erg Chegaga. Marruecos









                                     
"J’ai toujours aimé le désert. On s’assoit sur une dune de sable. On ne voit rien. On n’entend rien. Et cependant quelque chose rayonne en silence... "


"Siempre he amado el desierto. Uno puede sentarse sobre una duna de arena. No ve nada. No escucha nada. Y, sin embargo, siempre hay algo que brilla en el silencio.”



Antoine de Saint-Exupéry






Porque el silencio
otorga, oculta,
confunde e ignora.
Porque el silencio
hiere y escucha
en el volumen cóncavo
de las dunas en sombra.
Porque las palabras
no dichas se desvanecen
y se posan en la  arena roja...
en el Valle del Dadés...
en  las Gargántas del Todra...
Y allí permanecen,
en la tierra yerma,
en el río seco,
sedientas de voz
entre las grietas...






sábado, 11 de marzo de 2017

MI CIELO PROTECTOR. Poemas de arena. Acacia










        




Now the evening dawn is calling
And all the hills are burning red
And before the night comes falling
Clouds are lined with golden thread

We watched the fires together
Shared our quarters for a while
Walked the dusty roads together
Came so many miles



Pipers to the end. Mark Knopfler








Despierta la acacia,
apenas erguida,
en su desnuda soledad.
Abrazan sus ramas
la arena que arrastra el aire
al romper la perfecta geometría
de las dunas de Er Chegaga,
antes de que la huella del hombre
altere sus contornos.
Presencia el discurrir del día
sin premura y sin desidia.
Pero al caer  la noche
su tronco se estremece
bajo el hechizo de Venus.



Erg Chegaga (Marruecos). Marzo 2017