© Sylvester Harris. Evening |
El solano traía el dulce, pegajoso e inquietante olor de la tormenta.
“Con el viento solano”. Ignacio Aldecoa
Recuerdas aquel día de verano,
La radiante mañana
De tu llegada a la isla,
Acercándote al santuario de Apolo,
Sobre la colina que domina el puerto,
En uno de esos momentos
En los que lo efímero adquiere
La dimensión de eternidad.
Bajo el sol de mediodía
Deambulan los amantes
Por la portara del templo
Buscando el encuadre perfecto
Para la inolvidable instantánea.
Respiras el aire denso del Siroco
Que el súbito avance de las nubes
Torna aguacero.
Tus pies,
Tus pies,
Calados de agua de lluvia,
Te recuerdan
La inconstancia del universo,
La inconstancia del universo,
La veleidad de la dicha,
La levedad de los afectos,
La naturaleza caprichosa de los dioses.
¿Sería todo en vano?
¿Sería todo en vano?
En la noche insomne
Te entretienes en el cielo,
Buscas el beso del Minotauro,
La madeja de oro
Que salvó a Teseo.
Que salvó a Teseo.
Y en el espejismo
De la Corona Borealis
Ves a Ariadna inmortalizada por Zeus.
Recuerdas aquél día de verano,
La hora tibia en la que abandonas la isla.
Las constelaciones iluminan
Un mar templado y calmo
En uno de esos momentos
En los que lo efímero adquiere
La dimensión de eternidad,
Culminando un día perfecto.
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