martes, 30 de diciembre de 2014

Sean mis manos tus alas



ManojoRevisited
© A N T O N I O • A R C O S



"Los ojos, como dice el proverbio, son la ventana del alma. El cuerpo de Franz, que se movía siempre encima de ella con los ojos cerrados, era para ella un cuerpo sin alma.”

Milan Kundera, La insoportable levedad del ser





Perseguirte no quiero,
Ni robar tus besos.
Detener tu partida,
O reclamar tus versos.

Yo quiero la luz primera,
El ímpetu de tu viento,
El temblor de tu boca,
La opacidad de tu sexo.

Y que te sientas libre.
Te ofrezco  mis manos.
Sean ellas  tus alas,
Para que vueles lejos.


AMPARO DE VEGA REDONDO



El mundo al atardecer

Recordando a Christopher Isherwood (I)


Blue Lovers. Marc Chagall














"A veces hablabas del amor de un modo que demostraba que se trataba de una experiencia personal. Te veo sentada en el crepúsculo de una tarde de invierno, con los dedos extendidos ante el fuego, contemplándolo fijamente y diciendo: "No, Stephen; no empieza así; no es cuando dos personas se sienten atraídas, sino en el momento en que comprenden que son distintas, tan distintas que resulta terriblemente doloroso, casi insoportable. Es como el polo Norte y el polo Sur. Es imposible estar más alejados, pero al mismo tiempo no puede haber dos puntos más cercanos en la superficie terrestre, porque entre ambos existe un eje y todo gira alrededor"

Christopher Isherwood, El mundo al atardecer





“The perfect evening...lying down on the couch beside the bookcase and reading himself sleepy...Jim lying opposite him at the other end of the couch, also reading; the two of them absorbed in their books yet so completely aware of each other's presence.” 

Christopher Isherwood, A Single Man

"La tarde perfecta...tumbado en el sofá junto a la estantería y leyendo somnoliento... Jim tumbado frente a él al otro lado del sofá, leyendo también, absortos los dos en sus libros y sin embargo completamente conscientes de la presencia del otro"

Christopher Isherwood, Un hombre soltero

(Traducción: Amparo de Vega)




“A few times in my life I’ve had moments of absolute clarity. When for a few brief seconds the silence drowns out the noise and I can feel rather than think, and things seem so sharp and the world seems so fresh. It’s as though it had all just come into existence.


I can never make these moments last. I cling to them, but like everything, they fade. I have lived my life on these moments. They pull me back to the present, and I realize that everything is exactly the way it was meant to be.” 

Christopher IsherwoodA Single Man

"Pocas veces en mi vida he tenido momentos de absoluta claridad. Cuando durante unos breves segundos el silencio ahoga el ruido y puedo sentir más que pensar, y las cosas parecen tan nítidas y el mundo parece tan nuevo. es como si todo acabara de comenzar a existir.

Nunca consigo que estos momentos duren. Me aferro a ellos, pero al igual que ocurre con todo, se desvanecen. He alimentado mi vida de esos momentos. Ellos me devuelven al presente y me doy cuenta de que todo es exactamente como debería ser"

Christopher IsherwoodUn hombre soltero

(Traducción: Amparo de Vega)

sábado, 27 de diciembre de 2014

Extraños

Summer Evening. 1947 by Edward Hopper






Ella subirá al coche de un extraño y confiará en él sin saber por qué. Recorrerán  carreteras y cruzarán fronteras juntos. Ella le regalará una sonrisa capaz de iluminarlo y él sabrá contener su rostro, el de una extraña, en su mano,  verlo al mirarlo y dejará que ella vea el suyo. Él será un extraño que, aunque herido, querrá curar sus heridas sin herirla; aunque no comparta su pasado, le ofrecerá su presente. A medianoche, si ella se despierta en la habitación de un motel de carretera, él seguirá junto  a ella en la cama y si no estuviera,  tras sentir la primera punzada, ella lo verá a través de la ventana, sentado en una destartalada hamaca mirando las estrellas. Él le permitirá mirarlas a su lado y compartirán la extrañeza de ambos.


Se detendrán en una estación de servicio y comprarán chocolatinas  que desharán en la boca mientras ella traza la ruta en un mapa para luego decidir coger un desvío a un lugar desconocido. En el escaparate de una tienda de segunda mano verán una tentadora polaroid con la que hacer fotos instantáneas, tangibles, únicas e irrepetibles y ella no podrá resistirse.

Él querrá ayudarla a poner el tejado a una casa y a cuidar su jardín. Hablará con ella,  pero no le incomodará el silencio, ni a ella el suyo. Sus silencios acabarán haciéndose extrañamente familiares, al igual que el temblor de la barbilla de ella, ese que preludia una pequeña catástrofe interior. Serán los dos unos  extraños  en permanente extrañeza y aún así se sentirán en casa. 

Cuanto más se familiaricen con el cuerpo del otro más incógnitas desearán descifrar; en alguna noche de insomnio uno susurrará en el oído del otro el dulce estribillo de  "Sweet baby Jeams", y se limpiarán el azucar glass de la comisura de los labios con la lengua.

Y cuando acabe la aventura, ella pegará una  foto en el espejo del baño de la estación de servicio en  la que se digan adiós para que alguien pueda recordarlos cuando no eran más que dos extraños, como en una road movie.


AMPARO DE VEGA REDONDO


lunes, 22 de diciembre de 2014

Bruma

New born, Christian Schloe

                                       


A mi hermano 



A veces me devora la bruma, me ausento, desaparezco, como si me absorbiera la nada. Me encierro en una espiral; mi mano derecha bajo mi seno izquierdo, mi mano izquierda en mi pubis y mis piernas enlazadas. Me deslizo en caída libre por un agujero holgado y voy a parar a una reserva absoluta donde me aguarda mi primera cama. Me reclino en ese lecho en el que tanto te echaba de menos y me hacías tanta  falta, aquel en el que me despertaba a medianoche con el corazón vibrando. Aún hoy siento nuestra escisión, y a pesar de los años nunca te olvido del todo, ni me acostumbro a tu ausencia. Creo que si de vez en cuando vengo hasta aquí es para volver a sentir tus codazos y patadas. Te parecerá una tonteria, pero son esos recuerdos los que desatan mi nostalgia.

Cuando me envuelve la bruma pierdo la noción del tiempo. Me sumo en un letargo invernal, deambulo por un limbo lleno de ideas extrañas que elabora mi cabeza de manera desacertada. Confundo realidad con ficción, no veo la diferencia entre lo que siento y lo que en realidad pasa. Tú no conoces lo que hay al otro lado, siempre has vivido aquí desde que nos expulsaron de nuestro hogar feliz. Tal vez siempre hayas pasado frío excepto cuando estuvimos juntos y buscábamos las manos del otro a través de esas membranas elásticas. Entonces eramos peces y necesitábamos agua, pero ese agua la perdimos y nos quedamos sin casa. Y ahora tú vives aquí, en este hondo silencio  en el que tan solo percibo el zumbido de mi oido izquierdo, en una oscuridad completa en la que me muevo a tientas buscando tu marca.

Y de pronto llega ese momento en el que siento tu suave  impulso que me empuja hacia arriba, en escalada lenta y  ardua. Emerjo muy despacio de esa zambullida profunda. De repente se abre un claro y no sé si quiero marcharme. Pero estiro lentamente mi mano, la de mi otro yo la agarra con fuerza , tira de mí, me arrastra y me saca de la espesa niebla. Vuelvo  al lugar donde se nombran las cosas, donde existen las palabras. Aunque persiste la bruma, esta se vuelve diáfana y emprendo el camino de regreso a mi otra casa.


AMPARO DE VEGA REDONDO



                                                                   Christian Schloe

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Cierra los ojos



Nusch Éluard. Man Ray























Cierra los ojos y mira. Sí, ciérralos y mira todo lo que hay bajo tus párpados. Hay pigmentos color amarillo, magenta y azul cian, que cambian constantemente y generan cientos de colores más. Y si miras a lo lejos iras destapando recuerdos, inventados unos, desvirtuados otros, muy pocos certeros, casi todos falsos. Pero son los tuyos. El mar puede tornarse malva y las rosas zarzas, los rostros superponerse y los torsos adoptar posturas extrañas. Las nubes te absorben y el viento te arrastra, el cielo va dando vueltas y los árboles te acarician con sus ramas. Un cráter puede ser tu ombligo y una ladera su espalda. Y el hueco entre las clavículas convertirse en un Bósforo, como el conde Almásy clamaba. Nada es solo algo, porque algo puede serlo todo en una perfecta amalgama. Y ahora, abre los ojos, no mires, solo siente y no digas nada. Pero si es necesario...habla!


Amparo de Vega Redondo


Man Ray




El Conde Almásy fue un aristócrata de origen húngaro, aviador e investigador que se convirtió en el personaje protagonista de la novela de Michael Ondaatje El Paciente Inglés, novela que el director británico Anthony Minghella llevó a la pantalla. En una escena él elogia el hueco que hay entre  el esternón y las clavículas de su amante, Katharine Clifton. Y dice así:

"Me encanta este hueco, ¿como se llamará? ¡Esto es mío ! Pediré Al Rey que esta maravilla se llame el Bósforo de Almasy... "




lunes, 15 de diciembre de 2014

Impulsar al azar




                                                    

Debe haber algún escenario, fuera del  tiempo y el espacio, en el que residan los avisos de tormenta a los que no prestamos atención y nos previenen de la posibilidad de quedarnos a ciegas. Un lugar en el que se depositen los pensamientos que no llegan a ser verbo, las palabras que no nos atrevimos a decir, los temores, las dudas, los sueños y los deseos no formulados; las confesiones, los perdones que no llegamos a pronunciar, y los silencios que no supimos guardar. 

Tal vez se congreguen en algún rincón del éter o quizá estén esparcidos en el cosmos, flotando en la atmósfera. A pesar de su mutismo, están y existen, aunque vivan inconscientes.

Muchos de ellos se quedarán allí para siempre, pero tal vez podamos rescatar algunos, poner voz a esas palabras no enunciadas o devolver el silencio a aquellas a las que se la pusimos  precipitadamente y con desdén. 

Cada día está lleno de posibilidades. En un solo momento podemos activar o desactivar un interruptor, cambiar un pensamiento que parecía estar anclado, subir aunque sea un peldaño para ver lo que tenemos ante nosotros con otra perspectiva, o considerar la posibilidad de que estemos confundiendo nuestra opinión o percepción con la verdad, si es que hay una sola.

Solemos descartar los atisbos de fe, las pequeñas certezas que asoman con timidez la cabeza,  y nos empeñamos en golpearlas como a esos muñequitos de feria que saltan como un resorte. Hacemos que prevalezca el pensamiento que aniquila, el que genera desconfianza y el que va creando  distancias. Las atracciones seguirán yendo de pueblo en pueblo y de feria en feria, mientras nosotros seguimos, con desidia y con soberbia, juntando granos de arena. Y creamos vastos desiertos desde los que podemos ver las estrellas, pero sin encontrar el agua que sacie nuestra verdadera esencia.  

Atribuir al azar el diseño de nuestra vida puede parecer un hechizo pero no deja de ser una trampa, aunque con disfraz de magia. Hay que impulsar al azar, si queremos que el polvo de estrellas sobre nuestra cabeza caiga.


 

domingo, 14 de diciembre de 2014

La luz de Assilah

La inevitable seducción del zoco






Paredes que hablan

Arte y desconchados

Azul

Pinturas murales realizadas por artistas de todo el mundo y que se renuevan cada año

Enlosado de las calles obra de artistas locales
Inevitable disparo de la cámara aún cuando un gesto te dice NO


Tradición y modernidad en la ciudad blanca

 Cementerio musulmán, con tumbas de cerámica

Niña añil colgada del alfeizar de una ventana

Llueve en azul

 
AMPARO DE VEGA REDONDO

viernes, 12 de diciembre de 2014

Venecia sin ti








                                     


A Pablo


No volveré a  a Venecia sin ti. Te llevé en invierno y te mostré la ciudad inundada, tal como yo la había visto una Navidad lejana en un viaje de a uno, cuando tú eras aún un ser contingente e insospechado. Una Venecia distinta a la que muestra el verano, cuando la visité por vez primera . Un menor aluvión de turistas, un horizonte más brumoso, el predominio del gris, y un aire cortante que nos dañaba el rostro al surcar el Gran Canal fondeando en sus dos márgenes. 

Cogimos el vaporetto en la Ferrovía tras llegar a la estación de Santa Lucía, inmensa. Recuerdo el asombro iluminado en tu cara cuando avanzábamos por un raíl llegando a la isla, al conjugarse esos dos elementos que tanto te fascinan.

Tú querías ir al Lido para bañarte en su playa, aunque hiciera frío y lloviznara. "No tengo frío", decias, pero tus manos estaban heladas. No te importaba Lla Salutte, La Academia o la Isla de San Michele, donde reposan los cuerpos desprovistos de sus almas. Eras demasiado pequeño para poder apreciar la belleza de San Marcos, el puente Rialto o los estrechos canales en los que nadie se detiene. 

Pero siempre he creído que todas esas imágenes que me he empeñado en que contemplaras, a pesar de tu rechazo o desinterés, se irían depositado en algún lugar de tu memoria y que tu retina las habrá captado en aquel preciso instante en el que te dije "¡Mira!" y tú miraste, aunque fuera durante una fracción de segundo y con desgana. Seguramente, de tu  archivo de ruta, y con el tiempo, cualquier día irán surgiendo, aunque aparentemente no recuerdes nada

Nuestro viaje de a dos en la ciudad que se hunde lentamente me hacía recordar aquel otro viaje, también de a dos,  en el que comenzaste a ser un proyecto, antes de que mis ilusiones empezaran  a naufragar a lo largo de diversas travesías, poco a poco. Era aquella una Venecia en primavera, muy distinta, exenta de melancolía y sueños rotos.

Sé que ni siquiera ahora te dejarías conmover por el Adagietto de Mahler, la búsqueda de inspiración de Gustav von Aschenbach, aunque sepas pronunciar su nombre mucho mejor que yo, la belleza andrógina de Tadzio o  los fotogramas de Visconti.

Pero esa última Venecia está en ti y tú en ella, aunque lo ignores. Por eso sé que nunca volveré allí si no es contigo.


Amparo de Vega Redondo 



miércoles, 10 de diciembre de 2014

Alfombra de hojas








                            


                                                            



Hoy los árboles me han prestado sus hojas. Han tejido una alfombra mullida bajo mis pies y me han llevado a lo largo de la ciudad fría, apenas amanecida. Se han detenido en la plaza solitaria, que en unas horas estará atestada de turistas, con el minarete engalanado de pascueros, y han llamado mi atención para que contemplara la luna a medio deshacer, oculta tras él.

Desde hacía tiempo no escuchaba el bullicio de la ciudad temprana, el sonido intermitente de los pasos sobre el asfalto, el estruendo de los coches, el susurro de las voces que madrugan, y ese ruido sordo que nunca cesa.

Hacía tiempo también que no reparaba en los altos de los edificios que jalonan el camino que recorro dos veces al día, ni en los rostros que me cruzo en distintos puntos de él, casi siempre a la misma altura y que funcionan como un reloj impreciso. Además, hoy me he fijado en sus atuendos, sus ritmos. Los que caminan solos apenas miran, ensimismados,y los que transitan acompañados no se miran entre sí,

Al llegar a la Plaza Central, junto a la iglesia, apagadas ya las últimas luces nocturnas, escucho un martilleo insistente que rompe la paz de la mañana: apuntalan los paneles para los kioscos navideños. Luego camino a lo largo de esa calle estrecha en cuyas aceras te rozan los brazos.

Y por fin atravieso el puente, ese lugar del que penden todas mis dudas y en el que a veces me detengo como en un extraño asedio al que me lleva la inercia. Por un instante vacilo entre seguir adelante o volver atrás, pero estoy casi a mitad de camino y me siento atrapada. Es entonces cuando se produce el espanto y me hago pequeña. 

Pero recuerdo que hoy me aúpa una alfombra de hojas. Intento sentir su acolchada superficie. Me apoyo en la baranda del puente y respiro hondo. Mi corazón se calma. Ya se ha hecho el día. Miro el edificio espigado en la otra margen del río, aún por terminar. Lo he ido viendo crecer en estos últimos años  y, casi siempre que lo observo, recuerdo que hay algo de mi fisonomía que se rompió cerca de él.

Reemprendo el camino y llego a mi destino. De repente me viene a la cabeza ese hombre apostado a la entrada de la iglesia, sentado en su silla y que sostiene un vaso de plástico. Siempre da los buenos días a los peatones que pasan delante de él. Yo nunca le  respondo. Es como si no quisiera verle, contemplar sus piernas tullidas y encontrarme con su mirada. Reparo en que hoy, cuando creía que mis sentidos volvían a estar atentos al paisaje urbano, no lo he visto.

Mañana le miraré y le daré los buenos días con una sonrisa.

Las hojas se han mojado, pero pronto las secará el sol radiante de Diciembre.



Amparo de Vega Redondo


Wet leaves by Scott Chitwood




 







domingo, 7 de diciembre de 2014

Magnolia

“If you take a flower in your hand and really look at it, it’s your world for a moment.” 

"Si miras de verdad la flor que tienes en la mano, se convertirá en tu mundo por un instante"

 Georgia O’Keeffe

 



René Magritte The Lovers, 1928 Óleo sobre tela (54 x 73,4 cm) New York, The Museum of Modern Art (MoMa)















No quiero ser opio sintético
Ni que tú seas mi heroína
No quiero adicciones perversas
Que contaminan el alma
Y perforan mis heridas.

Quédate tú con las tuyas
Yo gestionaré las mías
No bebas más de mi agua
Y no urdas más mentiras

Alcanza los brazos que añoras
Apoya la cabeza en su seno
Aprieta las piernas que imploras
Vuelve a su jardín tropical
Y acepta tu derrota

Y si en algún instante
Casualmente me extrañas
Recuerda que con el tiempo
Se van "diluyendo" los sueños
Y los engulle la
Nada



AMPARO DE VEGA REDONDO


Magnolia. From Struan Farm. New Zealand





sábado, 6 de diciembre de 2014

Inconstancia



"Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue"

Heráclito de Éfeso







Llueve, y el frío comienza  a helarme la sangre.
No me acostumbro a la inclemencia
A pesar de su insistencia.
Y sin embargo tengo esta  certeza,
Mañana  o pasado, tal vez,
Mis pies volverán a enredarse en la torpeza.

Pero tampoco eso durará,
Ni esto, ni aquello, ni lo de más allá.
Si pudiera  bañarme dos veces en el mismo río,
Contraviniendo a Heráclito.
Poder ensayar antes de estrenar...
Si pudiera...

No quiero más tormentas.
Ni tampoco tempestades.
No necesito un cataclismo
Para apreciar el fervor de un abrazo
Y me basta la imperceptible  caricia
Para sentir la expresión "te amo".

Ha dejado de llover, aunque el frío permanece.
Y no, no me acostumbro a la inconsecuencia,
Aún a pesar de su insistencia.
Porque además, tengo esta certeza:
No podré sumergir mis pies
Dos veces en el mismo río.

Nunca.


AMPARO DE VEGA REDONDO

Summer Interior (1909) by Edward Hopper



viernes, 5 de diciembre de 2014

Mujeres de Diciembre /December Ladies


A Marga y a San/ To Marga and San

"The sleeping girl". Tamara de Lempicka



 

Se fueron en Diciembre, con el rostro desnudo y sereno, nunca antes tan bello. Ni un rastro de carmín. Se fueron, quizá prematuramente, sin previo aviso, o con una pequeña prórroga, obsequio del destino, caprichoso.

Se fueron con la cama sin hacer, la misión cumplida. Tal vez tomaron una porción de tarta distinta a  la que hubieran elegido.  ¿Acaso podemos vivir a la carta?

Pero siempre queda un legado, también para aquellos que no supieron coger la flor de los días compartidos. En algún momento abrimos un cajón, descorremos una cortina o contemplamos una foto, y comprendemos el significado de la palabra "nunca".

Todos seremos un nunca más para alguien algún día.

Todos nos iremos, a diferentes horas, en diferentes años, estaciones, días de la semana, meses...

Ellas, bellas durmientes, que se secaban el rimmel a escondidas, con sus miradas de íntima tristeza y el miedo, agazapados tras una sonrisa convexa, se fueron en Diciembre.

Hacía frío, pero resplandecía el sol...

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They left in December, their faces bare and quiet, beautiful as never before. No trace of lipstick. They left, before their time came, maybe, without a notice, or with a short delay -a capricious destiny´s gift-.

They left, their bed unmade, their task fulfilled. They probably did not have the piece of cake they had wished. But can any of us live on request?

But there is always a legacy left, so to those who could not pick up the shared days´ flower. We will open a drawer anytime, draw back a curtain or watch a picture, and will grasp the meaning of the word "never" by then.

We will all be a "never again"for somebody sometime.

We will all be gone, at different times, different years, seasons, days of the week, months...

These Sleeping beauties..., who used to dry their mascara behind-the-scenes, their glances full of intimate sadness and fear, both hidden behind a convex smile, they left in December.

It was cold, but so shiny...


Amparo de Vega Redondo




lunes, 1 de diciembre de 2014

"Ample Make This Bed/ Que la cama sea amplia". Emily Dickinson y "La decisión de Sophie"








                                                              Música de Marvin Hamlisch


Tal vez sea en esta bellísima película, La decisión de Sophie (1982) de Alan J. Pakula, basada en la novela homónima de William Styron, en la que Meryl Streep haya hecho su interpretación más conmovedora. No en vano le dieron el Oscar a la Mejor Actriz por este intenso drama romántico cargado de poesía; un drama que se narra en tres niveles temporales: el tiempo presente y los dos tiempos pasados que se van intercalando en flashback. 

Esta intercalación de los tiempos, unido a las diversas tramas argumentales que se hilvanan en la historia de los tres personajes protagonistas (Sophie, Nathan y Stingo, la voz narrativa) hacen de La decisión de Sophie una película extremadamente rica, llena de matices tanto en lo que a los personajes se refiere como a las relaciones que se tejen entre ellos. La maravillosa fotografía de Nestor Almendros capta perfectamente ese contraste entre la parte más trágica del film, que tiene su eje central en la dramática decisión que Sophie, emigrante polaca y superviviente del Holocausto Nazi, debe tomar sobre a cuál de sus dos hijos "prefiere" sacrificar, y ese momento presente que transcurre en Brooklyn (NY). 



Sin embargo, este momento presente, que a los ojos del joven escritor en ciernes Stingo se muestra como un mundo idílico y rutilante, una apreciación a la que contribuye la fascinación que Sophie, de la que se acaba enamorando, y Nathan ejercen en él,también tiene sus sombras, las que proyecta Nathan, el  desequilibrado científico judío y amante de Sophie,  sobre quien descarga los delirios propios de su esquizofrenia.

A pesar del título de la película y la novela, la historia que se nos cuenta acaba siendo la de Stingo,el escritor sureño, su despertar al mundo real en esa casa de huéspedes color rosa desde la que él mismo nos narra una experiencia en la que se conjuga el amor y la amistad y que conlleva la pérdida de su inocencia. 

Y esa pérdida se hace patente al final de la película, cuando Sophie y Nathan yacen dulcemente abrazados en la cama en la que leían poemas, escuchaban música, se amaban de una manera imposible... y para la que no había salvación, porque los dos eran  seres profundamente heridos y atormentados. Y al contemplarlos, Stingo coge el libro de poemas de Emily Dickinson y da voz a ese mismo poema que los amantes leyeron cuando acababan de conocerse; un poema que describe el lecho perfecto para aguardar la paz del  sueño último:








Ample make this bed.
Make this bed with awe;
In it wait till judgment break
Excellent and fair.

Be its mattress straight,
Be its pillow round;
Let no sunrise' yellow noise
Interrupt this ground.


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Que la cama sea amplia,
Que esté hecha con cuidado;
Esperad en ella hasta que llegue el juicio final
Sereno y perfecto.

Que el colchón sea firme,
Que la almohada sea redonda;
Y que ningún ruidoso amanecer
Perturbe la paz de esta tierra.



(Emily Dickinson)








miércoles, 26 de noviembre de 2014

A mis amigas











                                                             
La película Ricas y Famosas (1981), la última que dirigió George Cukor, ese director que tan bien supo retratar el universo femenino, la vi con unos compañeros del Instituto del Teatro en el que por entonces estudiaba Arte Dramático, poco después de mi llegada a Sevilla tras acabar mis estudios universitarios en Valencia. Es de esas películas que cuando sales del cine te hace sentir que has perdido toda capacidad crítica, sencillamente porque ha conseguido emocionarte y has entrado en ella a saco. Ese espléndido  duelo interpretativo entre Jacqueline Bisset (una de las actrices con mayor capacidad expresiva) y Candice Bergen  va parejo a un duelo de emociones propias de una amistad que se inicia en la infancia y se prolonga hasta la madurez, una amistad sincera pero no por ello exenta de pequeñas envidias y traiciones. Porque la amistad nunca es perfecta y el no serlo no la hace menos valiosa. 

Cuando llegué de Valencia tuve que comenzar de cero en muchos aspectos. Supuso un punto de inflexión en mi educación sentimental. Había dejado en la ciudad de la Estación del Norte, del Grao, la Malvarrosa, el mar de Sorolla..., algunas relaciones rotas. Lo mismo me ocurrió cuando abandoné Badajoz, donde había transcurrido mi niñez. La primera escena de esta película, en la que dos amigas adolescentes que comparten internado se separan de madrugada cuando una de ellas va a escaparse con su novio, me hacía conectar con la primera amiga que tuve y a la que había perdido hacía mucho tiempo. Luego la película recorre la vida de estas dos mujeres, tan diferentes,  a lo largo de los años en los que se convierten en dos escritoras ricas y famosas pero infelices. Y es que la historia que nos cuenta Cukor es la de dos mujeres que desean justo lo que no tienen y que "sabían exactamente la vida que querían tener: ¡la de la otra!"


La conversación. Matisse

Cuando era niña era extremadamente exigente con mis amigas y no digo amigos porque iba a un colegio de monjas y tenía un padre muy severo que no me dejaba salir con chicos...

Si alguna de ellas no se comportaba de la manera que yo consideraba debía hacerlo una buena amiga, pasaba a borrarla de mi lista de AMIGAS (yo  escribía esa palabra con mayúsculas). Creía tener un concepto muy elevado de la amistad. En realidad lo que tenía era un ideal basado en la perfección, como suele ocurrir a una edad en la que aún no has podido entender la complejidad del mundo y mucho menos la del ser humano. Pensaba que la amistad era un concepto absoluto, como el amor. Esa idea me llevó a ser tan rígida que durante mucho tiempo creí no tener grandes amigas. Con el tiempo me he dado cuenta de muchas cosas (¡menos mal!). Una de ellas es que la amistad es una carrera de fondo en la que a veces pierdes de vista a alguna de las personas que corren contigo, en ocasiones para siempre, y a otras  las irás reencontrando en algún momento, o correrás  a la par con ellas siempre.

Cada amiga es singular en su modo de ejercer la amistad y por tanto única. Por eso resulta tan difícil responder a esa pregunta de quién es tu mejor amiga. Es verdad que la amistad se produce a diferentes niveles cualitativos y esa diferencia tal vez sea la que te haga considerar quienes son amigas y quienes meramente compañeras o conocidas. Sin embargo, otra de esas cosas que aprendes con el tiempo es que las etiquetas, si no tenemos más remedio que colocarlas para poder identificar y comprender el mundo, solo debemos hacerlo cuando las cosas se van definiendo por sí mismas y no antes. Y ese "definirse" en realidad lleva toda una vida.


El baño turco. Ingres



















Hay algo especial en la relación entre las mujeres  más allá de lo que proclama ese tópico, y en el que hay gran parte de verdad (me refiero a esas teorías sobre nuestra capacidad para conectar, para compartir emociones, para sanarnos mutuamente...) que seguramente tenga su origen en la antigüedad cuando las mujeres  se nutrían de la compañía de sus iguales para hacer más llevadero el aislamiento en un mundo de hombres y para compartir la gran riqueza de su mundo interior (pensemos en los gineceos griegos o los harenes egipcios, por ejemplo).

Se dice que una mujer puede ser el peor de los enemigos para otra mujer y, desgraciadamente, es así en ocasiones. Las mujeres suelen rivalizar con frecuencia, pero no siempre. Por eso una de las cosas que más aprecio de las mujeres amigas es que consigan desprenderse de esa tendencia que les lleva (nos lleva) a escamotear halagos sinceros entre nosotras. Somos humanas y, a veces, deseamos ser, parecer o tener algo de ellas, ya sea una parte de su rostro o de su cuerpo, alguna de sus habilidades, su belleza, su inteligencia, su trabajo, su poder o incluso el hombre que tienen a su lado. Y lo hacemos porque, una vez más, al igual que lo hacemos con todo lo que está fuera de nosotras mismas, solemos idealizarlas, siempre serán "las otras", esas diosas que potencialmente pueden hacernos sombra. Pero en el fondo esto conlleva una especie de secreta admiración por esas otras mujeres. y la admiración, al contrario que la envidia, va ligada al amor.



Three women 1921 Fenand Leger


















De cada una de mis amigas hay algo que admiro, algo que aprendo. A veces me sirven de espejo, para mostrarme lo que yo no quiero o no puedo ver, o para apreciar qué hay en ellas diferente a lo que soy y me hace enriquecerme. Reunirme con ellas, dejar que la charla discurra, incontenida, entre risas y lágrimas, es una de las cosas más gratificantes cuando una tiene el corazón roto o el alma hecha jirones. Tal vez no siempre puedan estar en el momento justo en el que las necesitamos pero estoy convencida de que si les lanzas un S.O.S ellas estarán ahí.

A todas mis amigas, a las que se fueron para no volver, a las que están lejos o  detenidas en el tiempo. a las que tal vez no pueda volver a recuperar, a las que aparecen y desaparecen, a las que cuidan de nuestra amistad con pequeños o grandes gestos, a las que contra todo pronóstico han vuelto a formar parte de mi vida, y también a las que vendrán, porque mi cupo de la amistad nunca está cerrado; a todas ellas, GRACIAS por haberme hecho comprender que la amistad es imperfecta y que si bien  hay cabida para la decepción también la hay para la reconciliación y el perdón.













Me gusta imaginar que con alguna de ellas llegará un día en el que pueda reproducir vagamente la escena final de esa gran película Ricas y Famosas, de la que hablaba antes:

Merry (Candice Bergen) y Liz  (Jacqueline Bisset) tienen una fuerte discusión el día de Fin de Año. Es una de esas discusiones en las que la lengua se afila y las palabras hieren. Merry disfruta de una fiesta con la jet set neoyorkina mientras que Liz, mujer solitaria e independiente, se ha marchado a su casita de Connecticut. De repente, Merry decide abandonar la fiesta, coge una botella de champagne, sale a la calle y se sube a un taxi. Liz está sentada frente al fuego, tomando una copa, cuando llaman a la puerta. Merry entra enfundada en su visón y se sienta junto a su amiga. Comienzan a hablar de hombres (tema recurrente en sus vidas ya que Liz fue la antigua novia del marido de Merry), la amistad... Liz desea dejar atrás esa idea romántica de que los hombres vean algo misterioso y seductor en su obra o descubran la poesía  de su cuerpo. Cuando el reloj está a punto de marcar la medianoche Liz le pide algo a Merry: 
LIZ - Merry, házme un favor. Bésame
MERRY- Después de todos estos años, ¿no irás a decirme que hay algo raro en ti?
LIZ- Es Nochevieja. Quiero apretar carne humana y tú eres la única carne que tengo cerca. Bésame
Lo siento, pero no he podido encontrar el vídeo de esta escena doblada. Sin embargo no son imprescindibles las palabras, sencillamente vedla. A mí, después de tantos años, sigue emocionándome.







En cuanto a mis amigos, eso podría ser objeto de otra entrada en este blog...