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El poeta griego Constantino P. Kavafis nació en Alejandría (Egipto) el 29 de abril de 1863 y murió 70 años después, el mismo día y en la misma ciudad. Pertenecía a una familia originaria de Constantinopla (actual Estambul) que había emigrado a Alejandría para el desarrollo de un negocio dedicado a la exportación de algodón egipcio y a la importación de paño inglés. Los éxitos comerciales del padre llevaron a la familia a disfrutar de una vida burguesa entre las élites extranjeras alejandrinas. Solía escribir sus poemas en páginas sueltas en su casa o en los cafés de la ciudad, páginas que distribuía a las personas que él mismo elegía. El reconocimiento público de su grandeza poética le llegó, como a tantos otros (su contemporáneo Fernando Pessoa, entre otros, con quien compartió algunas similitudes) tras su muerte.
Aunque es difícil hacer una selección representativa de sus poemas, y dejando aparte el reconocido y mítico "Ítaca", he elegido tres que, además de ser muy conocidos, representan algunas de las temáticas más recurrentes en su obra: el hedonismo, la lealtad a sí mismo y la ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida.
Aunque es difícil hacer una selección representativa de sus poemas, y dejando aparte el reconocido y mítico "Ítaca", he elegido tres que, además de ser muy conocidos, representan algunas de las temáticas más recurrentes en su obra: el hedonismo, la lealtad a sí mismo y la ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida.
VUELVE
Vuelve a menudo y tómame,
amada sensación, vuelve y tómame -
cuando del cuerpo la memoria se despierta,
y un antiguo deseo vuelve a pasar por la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y las manos sienten como que tocan otra vez.
Vuelve a menudo y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...
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CUANTO PUEDAS
Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,
en esto esfuérzate al menos
cuanto puedas: no la envilezcas
en el contacto excesivo con la gente,
en demasiados trajines y conversaciones.
No la envilezcas llevándola,
trayéndola a menudo y exponiéndola
a la torpeza cotidiana
de las compañías y las relaciones,
hasta que llegue a ser pesada como una extraña.
Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelvan, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.
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