jueves, 1 de enero de 2015

Pequeño vals vienés



The Singing Butler. Jack Vettriano


                       

Estarías en esta mañana fría ante el televisor, los ojos semicerrados, dejándote llevar por  el eco del  agua que fluye en el Danubio y deseando estar en Viena. La capital austriaca y el Casino de Montecarlo, dos lugares que tu alma, nada peregrina, siempre deseó conocer. Te regalaron joyas, pieles, perfumes y flores, a las que siempre te negabas por marchitarse demasiado rápido sin dejar un rastro que guardar. Y nunca pediste lo que realmente deseabas, que era tan poco...Tenernos a todos juntos sentados a la mesa con más frecuencia, en moderada armonía. Y ese piano de cola...

Que no hubiera tormentas, ni del exterior ni domésticas. Te volvías una niña indefensa cuando sentías el sonido del trueno. Recordabas la bajada al  refugio en tiempos de guerra, aferrada a tus zapatos salón sacados del Mago de Oz, uno de tus tesoros, mientras rezabas  para salir ilesa  una vez más, intentando recrear acordes en tu cabeza que transformaran los bombardeos en resonancias de instrumentos musicales. Tus dedos simulaban tocar las teclas en ese ligero movimiento ondulado con el que tratabas de aplacar el terror.

Sé que hubieras deseado bailar ese vals de Strauss en la Sala Dorada, con papá, claro, o con Charles Boyer, tal vez, tan diferente a él, cuando te atrevías a soñar despierta con tus heroes de ficción. Riccardo Muti dirigiendo la orquesta y, en un momento inesperado, que cayera confetti sobre ti tras un pequeño estruendo que te haría llevar instintivamente las manos a la cabeza para luego suspirar y sonreír de esa manera discreta que hacía elevar ligeramente las comisuras de tus labios y arquear tus cejas.

Y hoy, en el primer día del nuevo año, tomo el relevo y me siento frente al televisor. Escucho con atención a la Filarmónica de Viena, aunque nunca me gustaron los valses, excepto el que entonó Leonard, y sigo la batuta de Zubin Mehta cuando dirige al público en sus palmas finales que acompañan la Marcha Radetzky. Se prolongan los aplausos mientras la cámara hace una panorámica de la Sala Dorada de la  Musikverein donde nunca llegaste a bailar ese pequeño vals vienés. Y aparecen los créditos.




Riccardo Muti

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho y comparto ese sueño no realizado

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  2. Los sueños no realizados son los que nos mantien vivos

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