Fotograma de la película 2046 de Wong Kar-wai (2004) |
"And she just said that the bigger the disappointment, the smaller the pain his despise had caused her. What she did not say, unnecesary as it was, is that disappointment, as it kept on increasing, annihilated as well the pain of the disappointment itself".
Zoe Moresbye. The white road
"Y
simplemente le dijo que la decepción crecía en proporción inversa al
dolor que le había causado su desprecio. Lo que no le dijo, porque ya no
era necesario, es que la decepción, al ir aumentando, aniquilaba
también el dolor de la propia decepción".
Zoe Moresbye. La carretera blanca,
Desde la azotea del Hotel Oriental Oshin contemplaba la densidad de un horizonte cargado de polución. Exhalaba el humo de su cigarrillo sobre el aire espeso para que se fundiera con él. Apenas podía divisar alguno de los rascacielos de la ciudad fantasma. Tenía ante sí una sólida capa amarillenta, como un lienzo o una pantalla sobre la que se proyectaban por vez primera las imágenes de su último sueño: una ciudad desnuda de cuyas esquinas comezaban a surgir seres sin rostro, inexpresivos, vacíos. Caminaban a paso marcial, sin llegar a rozarse unos con otros. Los ojos huecos y sin transfondo, como los de una máscara, los labios rígidos y fríos. No había nada tras el misterio, solo falacias.
Las peores mentiras, las que se siguen manteniendo cuando ya se sabe la verdad, se exhibían ahora ante sus ojos, aunque ya las había visto, incluso antes de que se las revelara su sueño. Oshin había ofrecido su cuerpo sin artificios. Solo le quedaban las palabras vacuas, raídas de tanto ser repetidas en serie. Ahora, en el crepúsculo, con cada exhalación vaciaba su vientre y su pecho del humo que le habían vendido. Quería sentirlo, sin negarlo, y luego espirarlo, librarse de su toxicidad, devolverlo a la ciudad contaminada.
Y ahora volvería a su habitación, la 686, y escribiría su sueño. Lo escribiría mientras derretía en su boca el último bombón de la caja roja. Lo escribiría para no olviarlo, para recordar que hasta los silencios pueden estar hechos de humo.
AMPARO DE VEGA REDONDO
Y ahora volvería a su habitación, la 686, y escribiría su sueño. Lo escribiría mientras derretía en su boca el último bombón de la caja roja. Lo escribiría para no olviarlo, para recordar que hasta los silencios pueden estar hechos de humo.
AMPARO DE VEGA REDONDO
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