Un amigo comentaba una vez que nadie le había comprendido tan bien como una película. Enseguida asentí. Esto puede ser extensible a un libro, un poema, una pieza musical, una canción, un cuadro... En definitiva, esa es una de las grandes funciones del arte, acompañarnos en nuestros estados de soledad, en los momentos en los que creemos no ser comprendidos por nadie. El otro día vi una película que consiguió, con sus más de tres horas de metraje, hacerme sentir conectada con el mundo. Lo extraordinario es que esto no ocurre, necesariamente, porque veamos plasmados experiencias o escenarios relacionados directamente con nosotros. Ese es el poder del arte, su capacidad para trascender lo anecdótico.
Esta entrada no persigue la crítica cinematográfica al uso sino una reflexión sobre una película que en su aparente marco helado trasmite calidez, la que reside en los personajes y que aflora tímidamente a través de miradas en la distancia y solo al final a través de la voz en off de Aydin, el personaje protagonista. Este sueño de invierno, con su cadencia lenta, sus paisajes nevados de la estepa de la Capadocia turca y sus interiores templados en los que tienen lugar largas charlas junto a la chimenea, la escritura de Aydin, actor retirado y propietario de un pequeño hotel, en su estudio, o los breves contactos con sus huéspedes, es verdad que no es apto para todos los paladares, pero va atrapando al espectador que sabe apreciar el buen cine. Aunque solo fuera por la belleza de sus imágenes, ya valdría la pena dedicarle un tiempo.
La Sonata para piano No 20 de Schubert marca ese ritmo lento de esta película del gran director turco Nuri Bilge Ceylan, Kış Uykusu (Winter Sleep) que consiguió la Palma de Oro en el último Festival de Cannes, y acompaña acertadamente a la melancolía que desprenden sus imágenes, en las que el piano se alterna con los sonidos de la naturaleza (los pájaros, las gallinas, el viento), el crepitar del fuego o el mismo silencio.
Sueño de invierno cuenta varias historias, aunque todas se articulen en torno al personaje central, Aydin: la relación distante con su esposa Nihal, con su recientemente divorciada hermana, con sus humildes arrendatarios, con su hombre de confianza, y consigo mismo. Es justo un suceso externo el que le hace salir de su refugio interior y comenzar a poner un poco más de atención al mundo próximo, despertar de su sueño invernal para hacer "visible" a Nihal, acercarse a los forasteros que se alojan en el hotel, o tomar conciencia de los problemas de sus vecinos.
No deja de ser significativo y lamentable a la vez que necesitemos hacer una declaración de amor en off, a escondidas, para no dejar al descubierto nuestra vulnerabilidad, incluso cuando esa declaración va dirigida a una persona que forma parte de nuestra esfera más intima y con la que compartimos casa y lecho.
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