lunes, 10 de noviembre de 2014

Le devovió la flor









El adiós venía envuelto en una caja. Ningún enigma en su interior.Tan solo una despedida hecha de negaciones, el olvido arrancado de cuajo. La flor seca, apenas contemplada cuando aún había estado por abrirse, y un libro que se había quedado huérfano. Al igual que la flor, nunca había sido de ella, porque la había arrancado para él. Papel, madera, tinta y metal, el que permite el acceso al calor de un hogar; una postal devuelta con matasellos de una isla lejana y huecos que envolvían cada objeto que iba surgiendo de la caja. No había música, ni aromas, ni granos de arena. Un adiós abrupto, sin matices ni palabras. Nada podía leerse entre líneas porque no había nada, solo un punto final al vacío. Un adiós a un espejismo, a lo que nunca había sido. Nada. Le había devuelto la flor entera, ni un pétalo guardó. Se había quedado con los besos, pero le devolvió la flor.

Amparo de Vega Redondo










2 comentarios:

  1. En ocasiones, esas flores llenas de ternura, lealtad y franqueza, deben dejarse ir, no sin cobardía, porque el sólo encuentro de ellas entre las páginas de un libro, nos produce un dolor indecible. Personalmente he dejado ir una de esas flores, que me había sido dada con toda entereza y amor, y fui cobarde. La devolví. Hoy me pregunto si no echaré en falta, dentro de un tiempo, ese aroma que nos traen los encuentros con nuestro pasado.
    Dicho esto, he de decir que me encanta este texto. Descubro a una nueva Amparo, que ha crecido, no sin dolor, pero que ve las cosas desde un punto de vista...menos prosaico y mucho, mucho más poético.
    Bello texto. Enhorabuena.

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  2. Gracias por tu comentario. Sin duda creo que aprender a mirar la realidad más allá de a ras del suelo es una forma de crecimiento; implica dolor pero no deja de ser un modo de poder ver lo extraordinario en lo ordinario.
    En cuanto a la flor que devolviste...( ) Pero creo que el aroma de cualquier fragmento de nuestro pasado podemos volver a percibirlo en el momento más inesperado, aunque nos hayamos desprendido de esa flor. La memoria sensorial tiene esa capacidad.

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