Georges Dambier, Capucine at Café de la Paix, Paris, 1952 |
Cuando despierto
en la mañana temprana
y la ciudad no existe,
yo la invento.
La erijo piedra a piedra,
coloco los rincones,
las esquinas y los puentes,
las ventanas con macetas
y los árboles de abril.
Las farolas en negro,
los kioskos de prensa
y los gatos callejeros
vienen después.
Luego surgen las terrazas
en las que dispongo veladores
Parisinos, florentinos y praguenses
Con jarras y vasos de agua
a la espera de las tazas de café.
Los postes de luz se elevan,
después aparecen las miradas,
las de frente y
las que vienen de perfil.
La emoción amanece
por fin, creando la trama
de las horas y del día.
Restos de carmín asoman
sobreimpresos en los filos,
huellas del aliento
que humaniza la ciudad.
AMPARO DE VEGA REDONDO
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