miércoles, 5 de agosto de 2015

El pulso de la noche



Brooke Shaden Photography

                                               


"En un beso, sabrás todo lo que he callado"

Pablo Neruda



Desde mi cama, y más allá de la ventana que da a la calle de atrás, escucho el sonido de los camiones que recogen los desechos del día y alguna sirena que se pierde en la distancia. Escucho las voces dispersas de quienes transitan la noche: vagabundos, jóvenes ebrios, y alguna disputa de pareja. Desde mi cama veo el reflejo de unos faros que se funden en negro apenas el ruido del motor cesa. Y más allá, en la avenida, se adivina el fluir de los coches, el estruendo metálico de las persianas que cierran bares. Y con el olor de los brotes de las noches de verano llega, enredado en él,  el del amor que se esconde en los rincones y se agazapa en las plazas. Y más allá aún, el río, con sus incógnitas y su sereno discurrir. Y luego llega el espejismo del mar, tan bronco, tan lejano y tan presente. Hago del recuerdo una sensación y me dejo tocar por la brisa, escucho el rugir del oleaje y el dócil bramido de la espuma que acaricia el margen; huelo la sal, y veo la isla de tres sílabas. Es esta visión la que me permite traspasar la inquietud que ahoga los vértices de mi cama. Desde ella, y más allá de la ventana que da a la calle de atrás, escucho el crepitar de la hoguera de una Noche de San Juan en la que quemamos el rastro de los días pasados y soplamos las cenizas. Esparcidas quedaron y tanto, tanto, que en cualquier momento me parece ver un albatros sacudiendo sobre mí una mota que ha guardado en un pliegue de sus alas. Ave errante, capaz de llegar hasta mi cama en el momento último previo al alba cuando el pulso de la noche ya no es sino un eco.



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