sobre el mantel,
a tus ventanas verdes,
entreabiertas.
No atiendo a carencias,
disipadas por la esencia,
la que persigue su nombre,
aún sin designio.
Los ciclamores
marcan la linde
del mundo
que nos separa.
Solo somos
sin adversativos
a este lado.
Los cristales, de recelos
empañados.
Las paredes, de incógnitas
pintadas.
Desvió la mirada,
me tiendo en la cama,
con la luz apagada,
corro la cortina
y vuelve la calma.
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