Tal
vez sea en esta bellísima película, La
decisión de Sophie
(1982) de Alan
J. Pakula, basada en la novela homónima de William Styron, en
la que Meryl Streep haya hecho su interpretación más
conmovedora. No en vano le dieron el Oscar a la Mejor Actriz por
este intenso drama romántico cargado de poesía; un drama que se narra en tres niveles temporales: el tiempo presente y los dos tiempos
pasados
que se van intercalando en flashback.
Esta
intercalación de los tiempos, unido a las diversas tramas argumentales
que se hilvanan en la historia de los tres personajes protagonistas
(Sophie, Nathan y Stingo, la voz narrativa) hacen de La decisión de
Sophie una película extremadamente rica,
llena de matices tanto en lo que a los personajes se refiere como a
las relaciones que se tejen entre ellos. La maravillosa
fotografía de Nestor Almendros capta perfectamente ese contraste
entre la parte más trágica del film, que tiene su eje central en la dramática decisión que Sophie, emigrante polaca y superviviente del Holocausto Nazi, debe tomar sobre
a cuál de sus dos hijos "prefiere" sacrificar, y ese momento presente que transcurre en Brooklyn (NY).
Sin embargo, este momento presente, que a los ojos del joven escritor en ciernes Stingo se muestra como un mundo idílico y rutilante, una apreciación a la que contribuye la fascinación que Sophie, de la que se acaba enamorando, y Nathan ejercen en él,también tiene sus sombras, las que proyecta Nathan, el desequilibrado científico judío y amante de Sophie, sobre quien descarga los delirios propios de su esquizofrenia.
A pesar del título de la película y la novela, la historia que se nos cuenta acaba siendo la de Stingo,el escritor sureño, su despertar al mundo real en esa casa de huéspedes color rosa desde la que él mismo nos narra una experiencia en la que se conjuga el amor y la amistad y que conlleva la pérdida de su inocencia.
Y esa pérdida se hace patente al final de la película, cuando Sophie y Nathan yacen dulcemente abrazados en la cama en la que leían poemas, escuchaban música, se amaban de una manera imposible... y para la que no había salvación, porque los dos eran seres profundamente heridos y atormentados. Y al contemplarlos, Stingo coge el libro de poemas de Emily Dickinson y da voz a ese mismo poema que los amantes leyeron cuando acababan de conocerse; un poema que describe el lecho perfecto para aguardar la paz del sueño último:
Ample make this bed.
Make this bed with awe;
In it wait till judgment break
Excellent and fair.
Be its mattress straight,
Be its pillow round;
Let no sunrise' yellow noise
Interrupt this ground.
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Que
la cama sea amplia,
Que
esté hecha con cuidado;
Esperad
en ella hasta que llegue el juicio final
Sereno
y perfecto.
Que
el colchón sea firme,
Que
la almohada sea redonda;
Y
que ningún ruidoso amanecer
Perturbe
la paz de esta tierra.
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